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Candidiasis Vaginal

La candidiasis vulvovaginal se define como una vaginitis sintomática (inflamación de la vagina), que a menudo afecta a la vulva (eritema e hinchazón), causada por una infección con una levadura Candida (1).

El síntoma predominante es el prurito vulvar. También puede haber flujo vaginal anormal (material ‘similar al queso’ o una secreción acuosa). El ardor, el dolor y la irritación vulvar también son síntomas comunes, y estos pueden estar acompañados de disuria o dispareunia, que empeoran durante la semana anterior a la menstruación. El desarrollo de candidiasis vulvovaginal sintomática probablemente representa un mayor crecimiento de hongos que antes colonizaban la vagina sin causar síntomas (1).

Los factores de riesgo para la candidiasis vulvovaginal incluyen embarazo y otras situaciones que aumentan los niveles de estrógeno (p. ej., uso de anticonceptivos y terapia con estrógeno), diabetes mellitus, inmunosupresión, antibióticos sistémicos, actividad sexual frecuente y sucia, diafragmas, espermicidas, dispositivos intrauterinos y las duchas vaginales se consideran factores de riesgo importantes. La incidencia de candidiasis vulvovaginal aumenta con el inicio de la actividad sexual, pero no encontramos evidencia directa de que la candidiasis vulvovaginal se transmita sexualmente (1,2).

Los cinco lactobacilos más comunes en el nicho vaginal (Lactobacillus crispatus , Lactobacillus iners , Lactobacillus gasseri , Lactobacillus jensenii y Lactobacillus vaginalis ). La dominación de L. crispatus es más eficaz para mantener a raya a los anaerobios asociados con la vaginosis bacteriana (VB). La VB es la disbiosis vaginal bacteriana más común y generalmente se caracteriza por una comunidad muy diversa de anaerobios, incluida Gardnerella vaginalis , pero a veces por dominancia de G. vaginalis. Casi todos los casos de disbiosis vaginal fúngica son causados ​​por Candidaespecies, predominantemente Candida albicans (2).

En las revisiones sistemáticas (2-4) revisadas, están de acuerdo de que el uso de lactobacilos exógenos (probióticos o productos bioterapéuticos vivos) optimiza la composición de la microbiota vaginal (VMB) como parte de las intervenciones curativas o preventivas de disbiosis vaginal.

Mientras que el tratamiento antibiótico de la vaginosis bacteriana  (con metronidazol oral o vaginal o clindamicina) y el tratamiento antimicótico de la candidiasis vulvovaginal (VVC; con azoles orales o vaginales) dan como resultado fracciones de curación subóptimas y altas tasas de recurrencia. Además, el uso prolongado aumenta la probabilidad de efectos secundarios y resistencia a los medicamentos (1).

Conclusión

Un ecosistema intestinal en equilibrio mantiene unos niveles apropiados de cada microorganismo. El tratamiento natural para la Cándida debe estar enfocado en recuperar este equilibrio microbiológico, tratando la causa que lo desestabilizó (alimentación, estrés, ritmo circadiano…).

Referencia bibliográfica

  1. Martin Lopez J. E. (2015). Candidiasis (vulvovaginal). BMJ clinical evidence, 2015, 0815.
  2. Xie, H. Y., Feng, D., Wei, D. M., Mei, L., Chen, H., Wang, X., & Fang, F. (2017). Probiotics for vulvovaginal candidiasis in non-pregnant women. The Cochrane database of systematic reviews, 11(11), CD010496. https://doi.org/10.1002/14651858.CD010496.pub2
  3. Van de Wijgert, J., & Verwijs, M. C. (2020). Lactobacilli-containing vaginal probiotics to cure or prevent bacterial or fungal vaginal dysbiosis: a systematic review and recommendations for future trial designs. BJOG : an international journal of obstetrics and gynaecology, 127(2), 287–299. https://doi.org/10.1111/1471-0528.15870
  4. Hanson, L., VandeVusse, L., Jermé, M., Abad, C. L., & Safdar, N. (2016). Probiotics for Treatment and Prevention of Urogenital Infections in Women: A Systematic Review. Journal of midwifery & women’s health, 61(3), 339–355. https://doi.org/10.1111/jmwh.12472

TCA-Deporte

La participación en actividades físicas y deportes puede promover el bienestar mental y físico, así como el manejo funcional del estrés. Por otro lado, la inactividad física es el cuarto factor de riesgo más importante de muerte en todo el mundo (1). Las consecuencias positivas son probables si el individuo tiene, o está convencido de tener, los recursos necesarios para manejar el factor estresante. Por lo tanto, el estrés bien manejado puede mejorar o promover el funcionamiento de la vida diaria, así como el rendimiento deportivo (2).

Sin embargo, la falta de una creencia o expectativa tan positiva puede tener consecuencias negativas y causar angustia, que generalmente comprende sentimientos desagradables y activadores como tristeza, distracción y preocupación (2). Los trastornos alimentarios en adolescentes que practican deportes es un tema de gran preocupación. En los trastornos alimentarios (DE) como la anorexia nerviosa (AN) o la bulimia nerviosa (BN), la actividad física puede ser poco saludable y parte de la psicopatología si se realiza en exceso, de manera compulsiva o principalmente como un comportamiento de control de peso (1).

La angustia psicológica está aumentando entre los adolescentes y se agrupa con otros problemas de salud mental, como los problemas de alimentación. Los problemas de alimentación afectan a alrededor del 30% de las adolescentes de la población general. Se han informado porcentajes aún más altos entre los atletas que practican deportes en los que los requisitos para el éxito incluyen delgadez y una apariencia corporal particular (gimnastas, patinadores artísticos, saltadores/as de trampolín, bailareines/as… (2).

El perfeccionismo refleja un compromiso con altos estándares combinado con una tendencia a evaluar críticamente los logros de desempeño. Una dimensión mucho más problemática del perfeccionismo son las «preocupaciones perfeccionistas» que se caracterizan por alcanzar una meta impulsada por el miedo al fracaso, donde perseguir el «mejor» desempeño representa una estrategia para evitar la crítica y la autoculpabilidad por no mantenerse al día con los estándares de desempeño personales o externos. Las preocupaciones perfeccionistas son muy frecuentes entre las mujeres. Las preocupaciones perfeccionistas, etiquetadas como «perfeccionismo clínico», aparecen como factores de mantenimiento en los modelos cognitivos de los trastornos alimentarios, y se ha identificado de manera consistente como un factor de riesgo para los trastornos alimentarios (2).

Buchley et al (3) informó que hubo un aumento en los trastornos alimentarios en atletas actuales y anteriores como resultado de la respuesta temprana de COVID-19. Se sugirió que los trastornos alimentarios ocurrían en el 21,1% de los participantes. Hubo diferencia significativa entre género, siendo en las mujeres más frecuente, imagen corporal autoinformada empeorada y el 32,8% autoinformaron una relación alimentaria empeorada directamente de COVID-19. El análisis cualitativo indicó que los trastornos alimentarios se produjeron predominantemente en forma de preocupación por el cuerpo, control inhibitorio de los alimentos, miedo a los cambios en la composición corporal y atracones. Este estudio indica que las transiciones en COVID-19 han empeorado las relaciones cuerpo-alimento en atletas y deben tratarse como un momento de riesgo para el desarrollo de trastornos alimentarios (3).

Jankauskiene et al (4) observaron que las niñas que participaban en deportes de ocio sensibles al peso informaron una mayor preocupación por el sobrepeso y mayores conductas alimentarias alteradas (DEAB) y los niños que participaban en deportes recreativos sensibles al peso informaron un mayor impulso por el comportamiento relacionado con la musculatura.

Por otro lado, la revisión sistemática de Lakicevic y su equipo (5), observaron que la mayoría de los atletas de deportes de combate se involucran en comportamientos alarmantes de corte de peso que pueden tener ramificaciones graves tanto a corto como a largo plazo e incluso causar la muerte. La pérdida de peso rápida (RWL) es muy prevalente en niños y adolescentes atletas de combate, oscilando entre el 25 y el 94 %. Estos atletas estimulan regularmente el RWL aumentando la frecuencia y la intensidad del ejercicio, disminuyendo la ingesta de líquidos y alimentos, entrenando con trajes impermeables y usando la sauna con frecuencia.

Sabiendo que la niñez y la adolescencia son períodos críticos para el crecimiento y el desarrollo, el RWL debe ser estrictamente regulado e idealmente prohibido en esta población.

Conclusión

En un TCA se presta especial atención a los detalles corporales como mecanismo de protección y de perfeccionismo, para ocultar un malestar psicológico, o incluso, para evitar «ir hacia dentro», hacia lo que genera «dolor emocional».

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. Schlegel, S., Hartmann, A., Fuchs, R., & Zeeck, A. (2015). The Freiburg sport therapy program for eating disordered outpatients: a pilot study. Eat Weight Disord, 20(3), 319-327. https://doi.org/10.1007/s40519-015-0182-3
  2. Rosenvinge, J. H., Sundgot-Borgen, J., Pettersen, G., Martinsen, M., Stornæs, A. V., & Pensgaard, A. M. (2018). Are adolescent elite athletes less psychologically distressed than controls? A cross-sectional study of 966 Norwegian adolescents. Open Access J Sports Med, 9, 115-123. https://doi.org/10.2147/oajsm.S156658.
  3. Buckley, G. L., Hall, L. E., Lassemillante, A. M., & Belski, R. (2021). Disordered eating & body image of current and former athletes in a pandemic; a convergent mixed methods study – What can we learn from COVID-19 to support athletes through transitions? J Eat Disord, 9(1), 73. https://doi.org/10.1186/s40337-021-00427-3.
  4. Jankauskiene, R., & Baceviciene, M. (2019). Body Image and Disturbed Eating Attitudes and Behaviors in Sport-Involved Adolescents: The Role of Gender and Sport Characteristics. Nutrients, 11(12). https://doi.org/10.3390/nu11123061
  5. Lakicevic, N., Matthews, J. J., Artioli, G. G., Paoli, A., Roklicer, R., Trivic, T., Bianco, A., & Drid, P. (2022). Patterns of weight cycling in youth Olympic combat sports: a systematic review. J Eat Disord, 10(1), 75. https://doi.org/10.1186/s40337-022-00595-w
  6. Langbein, R. K., Martin, D., Allen-Collinson, J., & Jackman, P. C. (2022). “It’s hard to find balance when you’re broken”: Exploring female endurance athletes’ psychological experience of recovery from relative energy deficiency in sport (RED-S). Performance Enhancement & Health, 10(1), 100214. https://doi.org/https://doi.org/10.1016/j.peh.2021.100214

Diabetes Mellitus

La Diabetes Mellitus tipo 1 (DM1) es una enfermedad crónica caracterizada por la deficiencia de insulina debido a la pérdida de células beta pancreáticas y con consecuente hiperglucemia (1).

El primer paso para el aparecimiento de esta patología es desencadenar autoinmunidad, con la presencia de auto anticuerpo. Una vez establecida la autoinmunidad (con dos o más auto anticuerpos), de seguida surge la intolerancia a la glucosa y posteriormente DM1 (2).

De acuerdo con la Federación Internacional de Diabetes (IDF), el 8,8% de la población adulta mundial sufre de Diabetes. De las personas con Diabetes, cerca del 10% presentan DM1, siendo esta la forma más prevalente. A pesar del aumento de prevalencia de diabetes tipo 2, asociada al aumento de la pevalencia de obesidad en edad pediátrica, la DM1 es la forma más prevalente en este grupo etario (3).

La incidencia global de DM1 ha ido aumentando en un 3-4% por año, sobre todo en niños más jovenes. Este aumento de debe, probablemente, a factores ambientales como infeciones, alimentación y otros factores en útero o durante la primera infancia.

La alteración del microbioma intestinal, es decir, la flora intestinal habitual, también puede ser un factor adyuvante en desencadenar autoinmunidad, ya que desde el punto de vista epidemiológico, existe relación entre DM1 y el microbioma. Algunos estudios sugieren una prevalencia de DM1 mayor entre niños nacidos por cesárea, con la introducción demasiado precoz de leche de vaca y con la utilización frecuente de antibióticos. Esto es debido a la alteración de la flora intestinal (4,5,6,7,8).

La lactancia materna parece tener un efecto protector, sobre todo si los lactantes mantienen la leche materna en la fase que son introducidos los cereales en la alimentación complementaria a partir de los 6 meses (9).

El estrés de las células beta debido a factores que aumentan las necesidades de insulina como el crecimiento rápido, exceso de peso, pubertad, baja actividad física, traumatismo, infeciones y sobrecarga de glucosa aumentan la probabilidad de DM1 (10,11).

El estrés psicológico, asociado a eventos de vida traumáticos como la muerte familiar, divorcio de los padres… parece tener influencia en desencadenar la patología debido a un aumento de la necesidad de insulina por aumento del cortisol asociado a este fenómeno, así como a mecanismos de inmunomodulación (12).

La DM1 es una de las enfermedades crónicas más frecuente en edad escolar. Por las exigencias y especificaciones propia, la DM1 crea alguna ansiedad y precocupación. El planeamiento de actividad física, la alimentación y la terapia con insulina generan dudas e inquietudes.

Por tanto, es fundamental pedir ayuda a profesionales para deconstruir inseguridades y traer tranquilidad a los pacientes con diabetes. Es de un valor incuestionable formar e informar, esclarecer dudas y conceptos y proporcionar material auxiliar en la gestión de cuidados.

La terapia nutricional es uno de los aspectos fundamentales en la gestión del estilo de vida de la persona con diabetes. La autogestión eficaz y la mejoría en los resultados clínicos, en el estado de salud y en la calidad de vida son objetivos claves en la educación nutricional.

La terapia nutricional debe estar centrada en el paciente, respetando sus preferencias, necesidades y valores individuales. Debe ser adaptada a la tradiciones culturales, étnicas y familiares, además de ayudar a orientar las decisiones clínicas. La implementación de un plano alimentario individualizado, con ajustes adecuados de insulina, mejorará el control glucémico.

El principal objetivo nutricional para niños y jóvenes con DM1 es el aporte energético y nutricional suficiente y adecuado para permitir un crecimiento normal, la aproximación al peso de referencia y la manutención de un control glucémico eficaz, encorajando la formación consistente de hábitos alimentarios saludables que se mantengan para toda la vida (13).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  1. Katsarou A, Gudbjörnsdottir S, Rawshani A, Dabelea D, Bonifacio E, Anderson BJ, Jacobsen LM,
    SchatzDA Å Lernmark; Type 1 diabetes mellitus; Nature Reviews Disease Primers 3, 17016 (2017).
  2. Diaz-Valencia, P. A., Bougneres, P. & Valleron, A. J. Global epidemiology of type 1 diabetes in young adults and adults: a systematic review. BMC Public Health 15, 255 (2015).
  3. Zeitler P, Fu J, Tandon N et al. Type 2 diabetes in the child and adolescent. Pediatr Diabetes 2014:15 (Suppl. 20): 26-46.
  4. Patterson CC, Gyurus E, Rosenbauer J et al. Trends in childhood type 1 diabetes incidence in Europe during 1989- 2008: evidence of non-uniformity over time in rates of increase. Diabetologia 2012; 55(8):2142-2147.
  5. Oilinki T, Otonkoski T, Ilonen J, Knip M, Miettinen PJ Prevalence and characteristics of diabetes among Somali children and adolescents living in Helsinki, Finland; Pediatr Diabetes, 13 (2012), pp. 176–180
  6. Kondrashova A, Reunanen A, Romanov A, et al. A six-fold gradient in the incidence of type 1 diabetes at the eastern border of Finland Ann Med, 37 (2005), pp. 67–72
  7. Rewers M, Ludvigsson J; Environmental risk factors for type 1 diabetes; The Lancet, Volume 387, Issue 10035, 4–10 June 2016, Pages 2340–2348.
  8. Wen L, Ley RE, Volchkov PY, et al.; Innate immunity and intestinal microbiota in the development of Type 1 diabetes; Nature, 455 (2008), pp. 1109–1113.
  9. Norris JM, Barriga K, Klingensmith G, et al.; Timing of initial cereal exposure in infancy and risk of islet autoimmunity; JAMA, 290 (2003), pp. 1713–1720.
  10. Lamb MM, Yin X, Barriga K, et al.; Dietary glycemic index, development of islet autoimmunity, and subsequent progression to type 1 diabetes in young children; J Clin Endocrinol Metab, 93 (2008), pp. 3936–3942.
  11. Ludvigsson J; Why diabetes incidence increases–a unifying theory; Ann N Y Acad Sci, 1079 (2006), pp. 374–382.
  12. Sepa A, Wahlberg J, Vaarala O, Frodi A, Ludvigsson J; Psychological stress may induce diabetesrelated autoimmunity in infancy; Diabetes Care, 28 (2005), pp. 290–295.
  13. ISPAD Clinical Practice Consensus Guidelines 2014 Compendium. Chapter 10: Nutritional management in children and adolescents with diabetes. Smart CE, Annan F, Bruno LPC, Higgins LA, Acerini CL. Pediatric Diabetes 2014: 15 (Suppl. 20): 135–153.

Los primeros 1000 días

La ciencia viene demostrando, con robustez creciente, la existencia de un fuerte impacto de alimentación y del estado de nutrición en los primeros años de vida y la programación de la salud futura del individuo (Gluckman P, 2007; Lanigan,2009; Koletzko, 2012, Koletzko, 2017).

Efectivamente, los primeros meses/años de vida son determinates no sólo para la adquisición y asentamiento de los hábitos alimentarios saludables, si no también en la expresión máxima del potencial individual de crecimiento y desarrollo neurocognitivo y modulación individual del riesgo de patologías crónicas en edad adulta, como enfermedad cardiovascular, diabetes y cáncer, entre otras (Gruszfeld, 2013;Zalewski, 2017).

A esta influencia precoz de alimentación y nutrición en la expresión futura de salud se llama «programación» cuya programación es metabólica y comportamental (Koletzko, 2017).

Al periodo entre el momento de la concepción y el final de los 2 años de edad, periodo de extra vulnerabilidad a las influencias ambientales y nutricionales, se demonima » ventana de los primeros 1000 días» (Blomfield, 2013; Koletzko, 2017).

Los primeros años de vida son un periodo crítico, siendo las necesidades fisiológicas en nutrientes relativamente más elevadas que las necesidades en energía. Por tanto, es de gran importancia, que la introducción de nuevos alimentos en la alimentación complementaria a partir de los 6 meses sea realizada de manera adecuada para garantizar una alimentación de elevada calidad nutricional. Además, los hábitos alimentarios, el estilo de vida y los comportamientos que se lleven a cabo en los primeros años de vida, persistirán en la edad adulta.

En menos de un año, el lactante pasa, progresivamente, de un estilo de vida casi inactivo para un estilo de vida con elevada actividad motora, sensorial y social, con importante repercusión en el componente alimentario.

En cuanto al primer semestre de vida la leche materna, rica en grasa, garantiza, en exclusiva, las necesidades para el rápido crecimiento somático y la acelerada maduración registrada a nivel del sistema nervioso central.

A partir de los 5-6 meses la desaceleración de velocidad de crecimiento y el aumento de la actividad motora (espontanea y consecuente a la exploración del medio que le rodea) obligan al cambio en el perfil de oferta alimentaria, traducida por una menor necesidad en energía y grasa y una mayor necesidad en hidratos de carbono, fuente de elección para el trabajo muscular.

Finalmente, es durante esta fase de vida que va de forma progresiva aumentando el volumen gástrico, permitiendo la aceptación de mayor cantidad de alimentos, y van madurando las enzimas digestivas, permitiendo la aceptación y digestión de otros alimentos que no son la leche.

El tiempo para adquirir la maduración de las capacidades motoras, neurocognitivas y metabólicas son «ventanas de entreno» de excelencia para la programación de un comportamiento alimentario adecuado y garantizar el crecimiento y desarrollo saludable.

Referencia bibliográfica

Gluckman P, Hanson MA, Beedle AS. Early life events and their consequences for later disease: A life history and evolutionary perspective. Am J Hum Biol 2007; 19 (1): 1-19.

Lanigan J, Singhal A. Early nutrition and long-term health: a practical approach. Proceedings of Nutrition Society, 2009; 68 (4): 422-9.

Koletzko B, Brands B, Poston L, Godfrey K, Demmelmair H, Early Nutrition Project. Early nutrition programming of long-termhealth. Proc Nutr Soc 2012; 71 (3): 371-8.

Koletzko B, Brands B, Grote V, Kirchberg FF, Prell C, Rzehak P, Uhl O, Weber M for the Early Nutrition Programming Project. Long-term health impact of early nutrition: The power of programming .Ann Nutr Metab 2017; 70 (3):161–169.

Gruszfeld D, Socha P. Early Nutrition and Health: short- and long-term outcomes. World Rev Nutr Diet 2013; 108: 32-9.

Zalewski BM, Patro B, Veldhorst M, Kouwenhoven B, Crespo Escobar P, Calvo Lerma J, Koletzko B, van Goudoever JB, Szajewska H. Nutrition of infants and young children (one to three years and its effect on later health: A systematic review of current recommendations (EarlyNutrition project). Crit Rev Food SciNutr 2017; 11; 57(3): 489-500.

Blomfield FH, Jacquiery AL, Oliver MH. Nutritional regulation of fetal growth. Maternal and child nutrition. The first 1 000 days`s. Nestle Nutrition Institute Workshop Series. J. Bhatia, Z.A. Bhutta, S.C. Kalhan Eds. 2013, 74: 79-91.

Nutrición Gestacional

La garantía de salud materno-infantil es un tema prioritario para la OMS. A pesar de la importancia de la alimentación y nutrición a lo largo de todas las fases del ciclo de vida del ser humano, existen periodos que son considerados como ventanas de oportunidades, encuadrándose el embarazo.

Los hábitos alimentarios y el estilo de vida antes, durante el embarazo, lactancia y primera infancia influencian la salud del bebé, incluyendo el riesgo de enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares.

Una mujer saludable en el momento de la concepción tiene más probabilidad de tener un embarazo bien sucedido y un hijo saludable. La malnutrición materna (sobrepeso, obesidad, desnutrición o bajo peso) en la gestación se relaciona a preeclampsia, diabetes gestacional, macrosomia, malformaciones congénicas, muerte fetal, bajo peso al nacer, complicaciones en la lactancia materna, mortalidad materna y la programación metabólica para la patología en la vida adulta del recién nacido.

Por lo tanto, optimizar el estado nutricional precoz y corregir algunos comportamientos alimentarios antes (periodo de preconcepción) y durante el embarazo y lactancia traerá beneficios a corto y largo plazo para la reserva biológica y resiliencia metabólica.

Es de vital importancia que las mujeres embarazadas tengan el conocimiento necesario sobre la alimentación y nutrición adecuada durante esta fase tan importante del ciclo de vida, puesto que una mayor atención e intervención a este nivel es la llave para maximizar el potencial de salud humana. Las necesidades nutricionales durante la gestación y amamantación son diferentes a las necesidades de mujeres en edad fértil, lo que requiere un planeamiento diferente.

Actualmente la evidencia sugiere una relación en U entre la ingestión nutricional materno y las adaptaciones fenotípicas en la descendencia. Lo que significa que, tanto la privación de nutrientes como el exceso en el útero de la madre pueden alterar los patrones de crecimiento del feto y resultar en un aumento de riesgo de las alteraciones metabólicas en la descendencia e influenciar en la salud y fertilidad de la madre.

Conclusión

La prevención de patologías comienza en la barriga de la madre. Este principio es conocido como «Programación metabólica precoz de salud y enfermedad a largo plazo» o «Orígenes del desarrollo de salud y enfermedad de adulto».

Referencias bibliográficas

Teixeira D, Marinho R, Mota I, Castela I, Morais J, Pestana D, et al. Alimentação e
Nutrição na Gravidez 2021. Available from: https://nutrimento.pt/activeapp/wp-content/
uploads/2021/03/ManualGravidez_Final-3Marc%CC%A7o2021.pdf.