El aforismo “ Somos lo que comemos ” es frecuentemente utilizado para subrayar el papel relevante de la alimentación en el desarrollo y bien estar del ser humano. Si efectivamente somos aquellos que comemos, algo equivocado estaremos haciendo en nuestra alimentación, ya que la tasa de exceso de peso y obesidad alcanza cerca de un tercio de adolescentes y escolares en países desarrollados.
Desde muy temprano nos habituamos a comer aquello que comemos, por tanto, es de vital importancia que los primeros alimentos introducidos sean con un contenido nutricional interesante para el bebé.
Muchos de nuestros comportamientos alimentarios resultan de millones de años de evolución y programación genética. El Homo Sapiens se fué adaptando por mecanismos de selección natural a ambientes hostiles en que la regla era la escasez de alimentación. Se fueron selecionando genes que determinaban comportamientos alimentarios específicos, como la preferencia por los dulces (mayores fornecedores de calorías) y el rechazo de alimentos amargos o ácidos (asociados a toxinas de plantas), bien como la preferencia por los alimentos grasos o derivados de la carne.
Por tanto, el bebé nace con un gusto innato para el dulce y una aversión al amargo. La preferencia por el salado se va desarrollando a partir del segundo semestre de vida.
A partir de los 6 meses de vida del bebé el volumen de leche ingerido es insuficiente, siendo imposible abastecer adecuadamente las necesidades energético-proteicas y en micronutrientes (vitaminas y minerales).
Debido a la evolución y programación genética mencionada anteriormente, a partir del primer año de vida se acentúa la neofobia alimentaria, siendo el momento en que el bebé empieza a deambular y está más expuesto a posibles alimentos.
Debido a la evolución y programación genética mencionada anteriormente, a partir del primer año de vida se acentúa la neofobia alimentaria, siendo el momento en que el bebé empieza a deambular y está más expuesto a posibles alimentos tóxicos en su ambiente, pudiendo haber traído claras ventajas evolutivas.
Con todo esto, mi objetivo es hacerle ver que su hijo no es un mal bebé, ni un malcomido, ya que lo normal sería que rechace las primeras veces los nuevos alimentos ofrecidos. Es muy importante que la alimentación complementaria sea realizada con la ayuda de un Nutricionista-Dietista para que no se convierta en una tortura y el bebé no empiece a relacionar desde los primeros meses de vida, que la comida es algo negativo, desarrollando una mala relación con la comida que dará muchos problemas en edad adulta.
La diversificación alimentaria debe ser una etapa bonita dónde el bebé alcanza diversos objetivos nutricionales, educacionales y de desenvolvimiento para permitir una transición entre la alimentación láctea exclusiva y la alimentación familiar.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
- Guerra, A., Rêgo, C., Silva, D., Ferreira, G. C., Mansilha, H., Antunes, H., & Ferreira, R. (2012). Alimentação e nutrição do lactente.